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Adela Navarro Bello

13/01/2016 - 12:00 am

La corrupción en el Ejército, la impunidad de los narcos

Los niveles de corrupción entre las filas del Ejército Mexicano se están incrementando hasta convertir a esa institución en la base que sostiene la impunidad que narcotraficantes y criminales organizados reciben para continuar su jornada de violencia e inseguridad en el País.

El Actor Sean Penn Y el Chapo Guzmán Foto Rolling Stone
El Actor Sean Penn Y el Chapo Guzmán Foto Rolling Stone

Los niveles de corrupción entre las filas del Ejército Mexicano se están incrementando hasta convertir a esa institución en la base que sostiene la impunidad que narcotraficantes y criminales organizados reciben para continuar su jornada de violencia e inseguridad en el País.

Cuando el Presidente Ernesto Zedillo Ponce de León consideró sacar a los militares de los cuarteles para encausarlos en una lucha contra el entonces creciente narcotráfico, la principal reflexión que hicieron analistas e ideólogos fue que la medida podría ser efectiva en el combate a la inseguridad, pero que expondría al Ejército a la corrupción, al enfrentarlos con quienes, de manera ilícita, poseen el capital para comprar conciencias, libertad, impunidad.

Así sucedió. En 1997, tras un año de haber nombrado Zedillo al General de División Jesús Gutiérrez Rebollo, Jefe del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas, el militar fue detenido. Fue el Gobierno de los Estados Unidos –para no variar- quien informó al Presidente de las relaciones de corrupción entre el General Rebollo y el narcotraficante Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”. El militar fue procesado por recibir sobornos, obstruir la justicia y facilitar el transporte de drogas para el cártel de Juárez, comandado por Carrillo.

Aquel fue un duro golpe para el Ejército Mexicano. La corrupción había saltado la barrera de la tropa y estaba ya enquistada en el primer nivel, entre los Generales de División.

Al Ejército le ha costado trabajo y esfuerzo quitarse el mote de corrupción. No lo ha logrado enteramente, aunque sí dieron pasos considerables a partir de su participación en la activación del Plan DN-III para auxiliar a la población en los casos de daños por desastres naturales, y, con particulares casos, en la guerra contra las drogas que les dictó encabezar el Presidente Felipe Calderón Hinojosa.

Sin embargo, a la llegada de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República, la estrategia del Ejército Mexicano cambió. El priísta les ordenó la retirada de las calles. Los sacó del combate al narcotráfico y al crimen organizado y en cierta medida los conminó de nuevo a los cuarteles. Retenes carreteros fueron erradicados de la estrategia contra la inseguridad y la violencia. Los Generales en las distintas Regiones Militares dejaron de coordinar esfuerzos civiles para detener o atrapar narcotraficantes.

No todos se retiraron. Por conveniencia o necesidad de algunos Generales, y como parte del plan nacional de seguridad, algunos puestos de revisión del Ejército fueron respetados. Siguen funcionado, en algunos casos de manera eficiente hasta convertir al Ejército en la institución que más droga decomisa en México. Otros retenes, sin embargo, son el puesto protector de narcotraficantes y criminales.

Esta semana, antes de la captura de Joaquín Guzmán Loera, en Zeta publicamos un reportaje que titulamos «Cártel de Sinaloa corrompe al Ejército«. En el trabajo periodístico, producto de una investigación, se da cuenta de cómo en la lucha entre el Cártel de Sinaloa y el Cártel de los Beltrán Leyva –los que quedan- en Sonora, elementos del Ejército Mexicano fueron corrompidos por el cártel que lideran Joaquín Guzmán Loera e Ismael Zambada García, «El Chapo» y «El Mayo».

De hecho, soldados adscritos al 22 Regimiento de Caballería Motorizada fueron investigados y algunos procesados y sentenciados por traición a la Patria. Lo que hacían era proporcionar información a miembros del Cártel de Sinaloa sobre operativos que en su contra orquestaban grupos militares, permitiéndoles con ello huir, o cambiar rutas de trasiego de droga para que ésta no fuese decomisada.

También les alertaban de las denuncias ciudadanas –anónimas- que los residentes de aquella zona hacían para alertar de actividades ilícitas a la corporación bélica, en un intento por contribuir a acabar con la impunidad.

Otros soldados del mismo Regimiento fueron corrompidos por el cártel Beltrán Leyva. Se trató de elementos destacados en el área de inteligencia militar que de tanto investigarlos, terminaron trabajando en la ilegalidad con ellos. Incluso, mencionaron en declaraciones dentro de la investigación, soldados llegaron a participar en asesinatos.

Otros elementos del Ejército fueron claves para detectar y aprehender a las células de militares que el Cártel de Sinaloa y Beltrán Leyva, habían corrompido.

Posterior a la captura de Joaquín Guzmán Loera “El Chapo” el viernes 8 de enero de 2016, cuando los mexicanos formaban sus conclusiones a partir de la euforia del Presidente Enrique Peña Nieto para anunciar la captura, primero por una red social, después en un mensaje a la nación realizado desde el mismísimo Palacio Nacional, -con todo y los aplausos condescendientes y la entonación del Himno Nacional que no se concibió para estas ocasiones- la información se fue decantando hasta llegar a conocer, al día siguiente, una entrevista que al capo le habían realizado los actores Sean Penn y Kate del Castillo.

En el clímax del espectáculo mediático armado por la Presidencia de la República, los actores y el hasta entonces escurridizo narcotraficante, la revista Rolling Stones dio un pedacito de la entrevista que días después dio a conocer de manera íntegra al público en general. Del texto escrito por el actor de Hollywood, destaca, en la crónica de la travesía para llegar a Joaquín Guzmán en algún lugar de la sierra sinaloense, la participación activa a favor del mafioso, por parte de soldados del Ejército Mexicano.

Escribió Penn sobre uno de los transportadores de «El Chapo»: “Él sonríe (yo noto que no parpadea mucho) y señala a un botón rojo debajo de los controles de la cabina. ‘Ese botón bloquea el radar terrestre’, dice. Él agrega que ellos tienen un informante que proporciona avisos cuando el avión militar de vigilancia que sobrevuela a gran altura ha sido enviado. Él tiene una gran seguridad de que no hay ojos indeseables observándonos”.

Párrafos delante en la descripción de los hechos que vivió, el actor revela:

“Y luego, como si estuviéramos en la entrada a Oz, con el cerro más elevado visiblemente al alcance, llegamos a un retén militar. Dos soldados de gobierno uniformados, armas listas, se acercan a nuestro vehículo. Alfredo (Guzmán Salazar, hijo de ‘El Chapo’) baja la ventana del lado del copiloto, los soldados se hacen para atrás, se ven avergonzados, y con la mano nos da el pase. Wow. Así es, ese es el poder de un rostro de los Guzmán. Y la corrupción de una institución, ¿Acaso esto significa que nos estamos acercando al hombre?”.

El Presidente y su equipo han festejado (junto a sus comparsas) la recaptura del capo más adinerado y poderoso del mundo, pero nada han dicho referente a la corrupción que persiste en las instituciones que lideran. Nada de la corrupción que en las bases del Ejército Mexicano está dando sustento a la impunidad de miembros de cárteles de la droga. Ya está documentado en Sonora, incluso en Baja California, que los militares corruptos no sirven únicamente al Cártel de Sinaloa, sino que están abiertos a los cárteles por regiones o al mejor postor.

Después de la recaptura de «El Chapo», cuando les llegue la resaca de la celebración a los funcionarios federales incluidos el Presidente y el Secretario de Gobernación, será oportuno, necesario, urgente, que con el mismo ahínco que festejaron una captura que les cayó del cielo, dediquen esfuerzos a investigar, procesar y sancionar la corrupción que persiste en las instituciones que hoy día ellos manejan.

Empezando por el Ejército, siguiendo con la PGR, y de ahí a la Comisión Nacional de Seguridad y el Centro de Investigación y Seguridad Nacional, dependencias todas involucradas en la persecución de narcotraficantes y el combate a la inseguridad.

Lo que evidencia el testimonio de Sean Penn, es eso que los mexicanos sabemos pero que el Gobierno se niega a aceptar o hacerlo público: El Ejército Mexicano está infiltrado por el narco. Corrompido por el dinero de las drogas. Y en lugar de servir a la Patria, sobran los soldados que sirven a los mafiosos, con la probable anuencia de mandos superiores.

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